Dogen Zenji |
I
Cuando todas las existencias son el dharma de Buda hay ilusión y despertar; hay práctica y certificación, hay nacimiento y muerte, budas y seres sensibles. II
Cuando las diez mil existencias son sin sustancia no poseen un sí mismo propio y no hay ni ilusión ni despertar, ni budas ni seres sensibles, ni nacimiento ni extinción.
III
Sin embargo, como desde el origen la vía del Buda se trasciende a sí misma, trasciende la plenitud y la falta, hay nacimiento y muerte, ilusión y despertar, seres sensibles y seres despiertos. A pesar de que esto sea así, aunque améis las flores, se marchitan, aunque odiéis la mala hierba, sigue creciendo.
IV
Practicar y certificar las diez mil existencias a partir de uno mismo es una ilusión. El despertar es dejarse practicar y certificar por las diez mil existencias.
V
Los que despiertan de sus ilusiones son budas. La gente común se ilusiona con el despertar y aun están los que se despiertan del despertar y los que se ilusionan en la ilusión. Se trata de iluminar la ilusión no de ilusionarse con la iluminación.
VI
Cuando los budas son auténticamente budas, no necesitan reconocerse conscientemente como budas; ni lo perciben, ni lo saben, ni tienen conciencia de ello y sin embargo son despiertos certificados y avanzan realizando a buda y continúan haciendo realidad el despertar certificándolo con su práctica.
VII
Con todo su cuerpo y mente en armonía perciben las formas, los colores, escuchan los sonidos. Aunque los aprehenden íntimamente para ellos no son sólo como imágenes en el espejo o como el reflejo de la luna en el agua que cuando un lado está iluminado el otro permanece en la sombra.
VIII
Estudiar la vía de Buda es estudiarse a sí mismo.
Estudiarse a sí mismo y aprenderse es olvidarse de sí mismo.
Olvidarse de sí mismo es ser certificado por todas las existencias.
Ser certificado por todas las existencias es abandonar cuerpo y mente, el propio cuerpo y mente y el de los demás. Es hacer desaparecer toda huella de despertar y hacer aparecer constantemente este despertar sin huella.
IX
En el momento en que buscáis la vía, os alejáis de ella mil leguas; pero cuando habéis recibido directamente la trasmisión auténtica, sois el ser humano tal cual, el ser humano original sin mancha.
X
Cuando alguien viaja en barco y ve a lo lejos la orilla, puede imaginarse que es la orilla la que se mueve; si, por el contrario, fija su íntima mirada en el barco, ve que en realidad es el barco quien avanza. De la misma forma, cuando tratamos de comprender la naturaleza de los fenómenos a través de nuestra percepción confusa, cuando discernimos y afirmamos las diez mil existencias y las certificamos con un cuerpo-mente confuso cometemos el error de creer de forma equivocada que nuestra propia mente y nuestra propia naturaleza permanecen constantes. Si seguimos íntimamente la justa práctica cotidiana y volvemos a nuestro propio hogar, vemos claramente el principio de la vía según el cual las diez mil existencias y dharmas no nos pertenecen, no tienen un sí mismo permanente.
XI
La leña, cuando se convierte en cenizas, ya no puede volver a ser leña y sin embargo no consideramos que la ceniza sea después y la leña antes. Aunque la leña esté en su posición dhármica de leña, dotada en sí misma de un antes y un después. Aunque haya antes y después, la leña trasciende este antes y después, lo mismo ocurre con la ceniza. La ceniza permanece en su posición dhármica dotada en ella misma del antes y del después, pero, así como no podemos decir que la madera se convierte en ceniza, tampoco podemos decir que la vida se ha convertido en muerte; así como la leña una vez convertida en ceniza ya no vuelve a ser leña, el ser humano una vez muerto ya no vuelve al nacimiento. Aprendemos según el dharma de Buda a no decir que la vida se convierte en muerte, por eso hablamos de fusho, del no-nacimiento. Que la muerte no se convierta en vida le llamamos fumetsu, esto es poner en movimiento la rueda del dharma, es lo que se llama la nodestrucción, no-extinción. Ya que “hay un corte entre el antes y el después” los seres pueden salir del fluir del tiempo lineal, del ciclo de nacimientos y muertes, del samsara, para acceder a ese presente absoluto y eterno. Vida y muerte son tan sólo posiciones en el tiempo, como el invierno y la primavera. No pensamos que el invierno se convierte en primavera, tampoco decimos que la primavera se convierte en verano.
XII
Cuando el ser humano realiza el despertar es como el reflejo de luna en el agua. La luna se refleja en el agua pero no se moja, el agua no se agita por este reflejo. La luz de la luna ilumina hasta el infinito. Ilumina toda la Tierra. Por amplia y vasta que sea su luz puede ser contenida en la mínima gota de rocío. Así como la luna no agita el agua, el despertar tampoco es un obstáculo para el ser humano. El ser humano no pone más obstáculos al despertar que la gota de rocío a la luna o al cielo. La profundidad de la realización es proporcional a la altura de la luna. La profundidad de la gota de rocío puede contener las alturas de la luna y el cielo.
XIII
Cuando todavía no conocéis el verdadero dharma, cuando todavía no está plenamente realizado en el cuerpo-mente, tendemos a creer que lo poseemos de forma completa y que ya es suficiente. Si el dharma está plenamente presente, totalmente actualizado en el cuerpo y la mente, encontramos que falta algo, hay una realización de sus propias insuficiencias. Es como si, encontrándonos en un barco en medio del océano, no viendo tierra a la vista, miráramos en las cuatro direcciones: el océano nos parecería absolutamente circular, ciertos aspectos del mismo no aparecerían. Sin embargo, este vasto mar no es ni redondo ni cuadrado y sus cualidades son ilimitadas. Es como un palacio, como una joya preciosa; por muy lejos que miremos, allí hasta donde llega nuestra vista, de momento, sólo veremos un círculo de agua. Todo depende del punto de vista con que miremos las cosas. Lo mismo ocurre con las diez mil existencias, aunque este mundo de polvo y el universo más allá de nuestra percepción revistan múltiples aspectos, no los percibimos ni comprendemos correctamente más que en la medida en que lo percibe el ojo del estudio y de la práctica. Para captar el viento de la enseñanza de las diez mil existencias, los diferentes puntos de vista, debemos penetrar el hecho de que aunque nos parezcan redondos o cuadrados, quedan todavía inagotables cualidades en los mares, en las montañas, existen mundos en las cuatro direcciones que debemos estudiar. Debemos saber que esto es así no sólo en nuestro entorno sino también en nosotros, bajo nuestros pies y en la mínima gota de agua.
XIV
Los peces nadan en el agua; por lejos que naden, el agua no tiene límites, es infinita. Los pájaros vuelan en el cielo, por lejos que vuelen, el cielo no tiene límites, es infinito. Sin embargo, ni los pájaros ni los peces han dejado nunca el cielo y el agua. Cuando su necesidad es vasta, el campo es amplio; cuando su actividad es limitada, el campo es limitado; también ellos tienen todo lo que necesitan para ejercer plena y libremente su actividad en todo lugar, al máximo en cada aspecto. Es así que cada uno recorre todo el espacio, lo atraviesa de parte a parte, libremente por donde quiere, lo utiliza plenamente y sin embargo, si los pájaros dejaran el cielo morirían, si los peces salieran del agua, morirían. Debemos saber que el agua es la vida para el pez, que el cielo es la vida para el pájaro, que los peces y los pájaros son vida. La vida se hace pájaro, la vida se hace pez y así podríamos continuar infinitamente. Eso mismo ocurre con la práctica y el despertar, con toda la vida del practicante.
XV
Sin embargo, si un pájaro o un pez intentaran llegar al límite del agua o del cielo, tras haberlos recorrido en toda su extensión, no podrían encontrar ningún camino ni lugar donde ir. Si encontráramos ese lugar, ese espacio que no puede expresarse por el lenguaje, todas nuestras acciones serían despertar, nuestra práctica cotidiana sería despertar, todas nuestras acciones serían Genjo Koan, la realización del koan como presencia. Si descubrís la Vía, esta práctica cotidiana va a la par con ella y en ese mismo instante el koan se hace realidad como presencia. Este camino, este lugar no es grande ni pequeño, ni es de uno o de los otros, ni existía antes ni surge después. Es siempre ahora. Así es tal cual es.
XVI
Lo mismo ocurre para quien practica y certifica la vía del despierto. En cada lugar está la vía, si practicamos y realizamos esta vía, podemos penetrar cada dharma y confrontarnos con cualquier cosa. Aquí está el lugar, la vía está por todas las partes y desde este lugar podemos penetrarla hasta el fondo de nosotros mismos, encontrando la extinción de todo, ya que nuestro conocimiento coexiste simultáneamente con la última plenitud del dharma. Cuando este despertar certificado se hace realidad como presencia, es la base, el fundamento, de nuestra percepción. A veces es demasiado profundo y no se realiza siempre como visión y ya no es necesario remitirse a la propia inteligencia como tal. ¿Por qué la realización como visión sería siempre necesaria? Su manifestación supera nuestro entendimiento.
XVII
El maestro zen Hotetsu del monte Mayoku, se abanicaba cuando un monje le preguntó: - Si la naturaleza del viento permanece constante, si no hay ningún lugar en el que no esté, ¿por qué, maestro, usas un abanico? El maestro le contestó: - Tú solamente sabes que la naturaleza del viento permanece constante pero todavía no sabes el principio de la vía según el cual no hay ningún lugar que no ocupe. El monje le dijo: - ¿Cuál es el principio de la vía por la que no hay ningún lugar en que no esté la naturaleza del viento? Por toda respuesta, el maestro continuó abanicándose y el monje se prosternó.
XVIII
La experiencia de la realización y de la vida, la transmisión justa del dharma de Buda es así. Este es el signo del despertar certificado y el camino vital de la exacta transmisión. Decir que no hace falta un abanico porque la naturaleza del viento es constante y que se sentirá el viento sin abanicarse, es no conocer ni la constancia ni la naturaleza del viento. Ya que la naturaleza del viento es constante. El viento de la casa de los despiertos hace realidad la vasta tierra de oro como presencia y el ghee perfumado de los largos ríos.
Obtenido del libro Roland Yuno Rech (2010). "La Realización del Despertar". Editorial MILENIO. Leida
Comentarios
Publicar un comentario