Lunes,
13 de abril de 2015
Queridos
Amigos y Amigas.
El
comienzo de la primavera coincide este año, en mi caso, con el fin
del encargo como director de Oficio europeo del Budismo Sōtō Zen.
Con ocasión de esta contingencia de un fin y de un comienzo,
permitirme dirigiros algunas palabras de despedida.
Os
agradezco, individual y colectivamente, por la compañía que hemos
mantenido en el transcurso de estos años. Ha sido para mí una buena
compañía, bajo el lema de la franqueza y de la paz.
Quiero
además añadir algunas consideraciones, que son también la síntesis
de lo que he escrito a comienzos de este año, en la carta de
despedida dirigida a los responsables del departamento internacional
del Shūmuchō de Tokyo del que la Oficina europea depende.
El
Sōtō Zen europeo ha tomado gradualmente una forma institucional
bastante definida, Esta forma no se ha originado para perseguir un
objetivo común y siguiendo un diseño orientado a realizar aquel
fin, sino por una exigencia, sentida inicialmente por algunos y que
después se ha convertido de hecho en la línea guía para todos, de
resolver algunos problemas contingentes de gestión práctica, sobre
todo de tipo administrativo. Me refiero a la adquisición de la
ordenación japonesa para definir y reconocer las figuras que
realizan en Europa la actividad misionera y de difusión del Sōtō
zen, pero no solo. El modelo japones, en un tiempo fuertemente
criticado en Europa a menudo sin ni siquiera conocerlo, resulta hoy
asumido casi acríticamente como el único válido tradicionalmente,
a veces con algún retoque ocasional, en el intento de amalgamar la
forma japonesa con la realidad europea.
Nos
encontramos pues al interior de una progresiva y casi despreocupada
japonesización del Sōtō Zen europeo en cuanto institución
clerical. Quien observase el fenómeno desde fuera no podría sino
concluir, con razón, que se está intentando importar en Europa el
Sōtō Shū japonés, recreando aquí la misma atmósfera, la misma
estructura y la misma función que el Sōtō Zen tiene en Japón. Es
el camino fácil y habrá siempre en Europa personas fascinadas por
la estética japonesa e impresionadas por la seriedad y la fiabilidad
del comportamiento de los japoneses y que buscarán imitarlo creyendo
que esto equivale a la “verdadera práctica tradicional del
auténtico Budismo Zen”. Esta es la ola ahora en boga, y
personalmente considero que desaparecerá en breve, no dejando un
rastro duradero.
Europa
tiene una base cultural y religiosa no homologable a la japonesa y
los europeos tienen una estructura antropológica diferente de la de
los japoneses, es por tanto fácil prever que el camino imitativo no
dará más que efímeros resultados.
Pero
incluso si esta predicción estuviese equivocada, no se puede ignorar
que la realidad del Sōtō Shū japonés está muy lejos de de ser
un modelo ejemplar. Muchos sacerdotes Sōtō Zen japoneses reconocen
que el sistema educativo de los jóvenes sacerdotes es aproximativo y
anacrónico y debería de ser urgente y profundamente reformado,
porque no estimula el espíritu de búsqueda de los individuos y no
proporciona instrumentos válidos para alimentar la evolución
espiritual. Ese sistema está estructurado de forma que vuelve
insignificante aquello que nosotros llamamos vocación espiritual. La
adopción de ese sistema en Europa, donde no existen ni siquiera las
condiciones históricas y sociales que lo hacen justificable en
Japón, corre el riesgo de extinguir el impulso de búsqueda y de
vocación que ha caracterizado la primera fase de la presencia del
Zen en Europa. La dramática ausencia de jóvenes en la mayor parte
de las comunidades Zen europeas es una señal evidente de esta
situación.
Creo
que la primera generación de sacerdotes Sōtō Zen europeos, que es
mi generación, no puede dar, desde sus propias fuerzas, ninguna
contribución de renovación al desarrollo del Sōtō Zen en Europa.
Está compuesta por personas próximas a los setenta años, cuando no
más. Hemos hecho un notable trabajo como pioneros, pero estamos
ahora en una fase fisiológicamente conservadora, y por tanto ya no
en condiciones de realizar la necesaria renovación. Sería oportuno
dejar esta tarea a personas jóvenes, enérgicas, curiosas
intelectualmente, no sobrecargadas por el legado de una historia que,
aun siendo breve, no está ausente de sombras y de cargas. Hasta que
esta nueva generación no se halla formado y se vuelva autónoma, es
veleidoso y prematuro querer establecer una regla guía común para
la formación religiosa, admitiendo provisionalmente que este sea un
objetivo a perseguir. Es la ocasión en cambio de proveer de
instrumentos adecuados para el estudio de las enseñanzas y la
práctica del budismo a las nuevas generaciones, que serán los
interpretes vivientes del futuro del budismo. Para ir en esta
dirección la colaboración con el Sōtō Shū japones puede ser
valiosa, en el caso de que también desde aquella parte se manifieste
la voluntad de ponerse realmente juntos al servicio de la realidad
europea, escuchando su voz y aprendiendo a conocerla.
Envío
como conclusión deseos de buena salud y de buen trabajo a cada uno
de vosotros y al nuevo equipo de la Oficina europea, el director rev.
Sekiguchi Dōjun, el rev. Tōgen Moss y el rev. Terumoto Taibun.
Un
fraternal saludo
Gracias por dar difusión a esta carta. Si queremos que el zen nos llegue, nos penetre y nos atraviese de verdad, es preciso y urgente que acabemos con la pantomima en la que ha degenerado y empecemos a construir desde cero. Un abrazo.
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